Proyección de cenizas y de Lapilli
Las primeras materias arrojadas por un volcán que entra en erupción están en estado fragmentario, afectando los volúmenes más variables.
El polvo muy fino destinado con el nombre impropio de cenizas, hasta los peñones gruesos calificadas de bombas volcánicas pasando por el tamaño de piedrecillas o cascotes, a veces tan abundantes se aplican universalmente la denominación italiana de Lapilli o rapilli.
Las cenizas y los Lapilli son por lo coman lanzados por el cráter y constituyen entonces una columna que puede tener varias veces la altura de la montaña.
Al llegar a las altitudes en que se han gastado la fuerza viva, la masa cesa de subir y entonces se desparrama formando una nube horizontal que tiene tendencia a la forma circular.
Las bombas son pedazos de rocas lanzados completamente fundidos a través de la atmósfera y que se solidifica antes de tocar suelo.
De ahí que tengan a menudo una superficie torcida otras veces experimentan crujidos superficiales que les dan la apariencia de la corteza de pan.
El horror a la lluvia de estos materiales incandescentes ha sido muy bien sentido y mejor expresado por un francés Mr. Lelieure, subcomisario de la marina que contó su aventura en el boletín de la sociedad de geografía comercial del Haure. Tratase de una erupción en 1890 del volcán Kirishma.
La proyección de las cenizas, en lugar de ser vertical, ha sido muy oblicua al horizonte y esta fue la causa de la destrucción de la ciudad de San Pedro.