El nombre de Oceanía se debe a que su territorio que sólo abarca el 5,5% de las tierras emergidas se encuentra esparcido en la inmensidad del Océano Pacífico; está integrado por una gran masa continental, Australia que absorbe el 86% de su superficie, la gran isla de Nueva Guinea que representa el 11% del total, y el 3% restante que se reparte entre una multitud de pequeñas islas y atolones.
Exceptuando Australia y Nueva Zelanda, el resto de las islas se agrupan en base al color de la piel oscura de sus habitantes (Melanesia), por la pequeñez de sus islas (Micronesia) y por la gran cantidad de islas (Polinesia). Pero otra forma de clasificar las islas de Oceanía es por su origen geológico; así se encuentran arcos tectónicos, cuyas crestas emergidas forman los archipiélagos de Nueva Guinea, Salomón, Vanuatu y Nueva Zelanda, describiendo en conjunto un arco paralelo a la costa oriental australiana y, como son terrenos en formación reciente, su inestabilidad se manifiesta por frecuentes movimientos sísmicos. De origen volcánico son la mayoría de las islas de Melanesia y Polinesia, que presentan conos edificados sobre un zócalo accidentado y poco profundo, y forman parte del Círculo de Fuego del Pacífico, pues muchos de ellos se hallan en actividad (Mauna Loa en Hawai). El tercer elemento que interviene en la formación de las islas es el coral, ya que las formaciones coralinas encuentran en las aguas intertropicales del Pacífico la temperatura ideal para su evolución (17°C); suelen construir largos arrecifes, como la Gran Barrera Australiana de más de 2 000 Km. de longitud, y atolones que se agrupan en archipiélagos, como las islas Marquesas, Tuamoto y Kiribati.
La mayor parte de las tierras de Oceanía se encuentran entre los trópicos y el Ecuador –exceptuando el sur de Australia, Tasmania y Nueva Zelanda–, de ahí que el clima sea muy cálido y muy lluvioso. Sin embargo, la influencia de los vientos Alisos atenúa el calor agobiante. La imagen paradisiaca que han difundido los relatos de los primeros viajeros y, posteriormente, el cine, dan una idea aproximada de su naturaleza prístina y exuberante: un mar azul, transparente, sobre las playas de arena blanca y fina, palmeras cocoteras, bananos y toda clase de frutos tropicales se ofrecen al visitante como prueba de la generosidad de la tierra. De estas características se apartan Australia y Nueva Zelanda, por el tamaño y la latitud a la que se encuentran.
Se supone que el poblamiento de las islas de Oceanía se produjo como consecuencia de las migraciones de los antiguos pueblos asiáticos en varias oleadas. Las principales etnias indígenas son la de los aborígenes australianos, los papúes, los melanesios, los micronesios y los polinesios. A ellos se impusieron los inmigrantes europeos numéricamente mayoritarios y, en menor medida, las asiáticos. Poco se sabe de la prehistoria de los pueblos oceánicos indígenas, que han llegado a plantear enigmas aún no resueltos por la ciencia, como el caso de las cabezas monumentales de la isla de Pascua, levantadas por el pueblo autóctono de dicha isla polinésica.