Diastrofismo
Cuando las rocas de la superficie son sometidas a la presión de una fuerza que va aumentando su intensidad, ésta sufre una serie de deformaciones como respuesta al esfuerzo que es sometida. Al principio, la roca se deforma elásticamente, ya que puede retornar a su forma original si cesan las fuerzas. Estos casos se suelen dar en los materiales que se encuentran situados a mayor profundidad. Si el esfuerzo sobre estos materiales continúa aumentando, llega un momento en que se rebasa el límite de la plasticidad y la roca se rompe. Encontrándose estas rocas en la superficie, tienden a comportarse como materiales rígidos y frágiles, fracturándose con más facilidad.
Desde el punto de vista de la geomorfología, el diastrofismo comprende los procesos más superficiales de la dinámica de la Litosfera, es decir, las manifestaciones de la geodinámica interna que llegan a afectar a los niveles externos de la corteza, desplazando, deformando y dislocando los materiales que constituyen e interfiriendo con los procesos que desde el exterior actúan sobre ellos.
Utilizando como criterio su intensidad y su amplitud, se suelen distinguir dos grandes tipos de diastrofismo, de cuya actividad resultan disposiciones estructurales muy distintas incluso desde el punto de vista de su escala dimensional: la Epirogénesis y la Orogénesis. La primera tiene un carácter vertical, afecta a sectores corticales muy extensos y produce variaciones poco marcadas en la disposición de los materiales, generando lo que se denominan estructuras calmas. La segunda, tiene un carácter primariamente horizontal, afecta a franjas de corteza relativamente estrechas y produce cambios numerosos en la disposición de los materiales, generando sobre ellos estructuras atormentadas.
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